La sabiduría del hombre pobre
Los hombres buscan convulsivamente sucedáneos que le den lo que sólo puede darles Dios:
Vivimos en un mundo que se ufana de no tener un Dios y a pesar de ello sigue sirviendo a muchos dioses. La paradoja de la que nos advierte ya la Biblia es que cuando dejamos de creer en Dios, no es que no creamos en nada: es que creemos en cualquier cosa. Hay tantos dioses como seres humanos hay sobre la faz de la Tierra. Decía el reformador que el ser humano es una fábrica constante de ídolos. En las calles y avenidas que se abren en este Libro del Eclesiastés encontramos diferentes maneras en las que entonces y todavía hoy el ser humano sigue buscando sustitutos de Dios. Sucedáneos de Dios que le den lo que sólo puede darles Dios. Hemos visto las posibilidades del conocimiento y del placer y llegamos hoy a las posibilidades del trabajo y del beneficio que de él podemos conseguir. En el siguiente capítulo leemos literalmente que el que ama al dinero no se saciará nunca del dinero y que el que ama el mucho tener no sacará ningún fruto.